Su espíritu se nutre de ritmo y melodía.
Es simpático, noble, activo, inteligente...
Practica actividades que integran cuerpo y mente.
Tan solo algo no encaja. Es su fisonomía.
Es bajo, regordete y no se siente ágil.
Pero quiere bailar y vestirse la malla.
No importa que en las tiendas le cueste hallar su talla.
Hay que mimarse más. Por eso. Por ser frágil.
El oso entre las ninfas, han llegado a decirle.
Otros le recriminan: “Donde va la ballena.”
Él responde sereno con su sonrisa plena:
“Me ha llamado la vida. La puerta voy a abrirle.”
Le falta agilidad. Pues... le sobra constancia.
¿Poco grácil y esbelto? “Mucho” firme y seguro.
Emplea lo que tiene. Lo refina aún más puro.
La calma es placidez y la pausa elegancia.
¿Qué más puede pedir quien eso deseó?
Sereno complemento a la etérea belleza.
Armonía, equilibrio. Ya es la última pieza.
La piedra entre los juncos, del jardín que creó.
Buenos Aires, 15 de marzo de 2003
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