(Primera parte)
Moros y Cristianos en Benimaclet
Esta reseña está especialmente dedicada a los amigos del continente americano y, en general, a quienes pongan cara de asombro al leer el título, pensando: “¿Cómo es posible que Àngel (un ateo-no practicante de pro) haga una reflexión religiosa.
Nada más lejos de la realidad, pues se trata de unas fiestas. Unas fiestas que, lo único que conservan de “religión”, es su nombre y el origen.
Actualmente estoy pasando unos días en casa de mis buenos amigos valencianos. Se trata de un variopinto grupo, entre quienes destacan un tipo que se lo monta por la cara, otra que vive del cuento y uno más que lo logra gracias al empleo de la magia. Sí, sí. Es así. No os engaño. Son respectivamente: un mimo, una cuenta-cuentos y un mago ilusionista. Y entre esos artistas también se encuentra un pintor que elabora unas paellas divinas. Bueno, en realidad se trata de un cocinero excelso… que también pinta.
Viven en Benimaclet, un barrio de València, que estos días se encuentra en fiestas. Y al leer el programa, vi con agrado que una de las actividades consistía en el desfile de Moros y Cristianos. ¡Qué bien! –pensé– Así lo iba a ver por primera vez.
Este tipo de festejos se extienden por todo el levante y los más famosos creo que son los de Alcoi. Pero yo no estoy en Alcoi, así que se trataba de aprovechar los que tenía a mano. Y con la comodidad agregada de que se celebraban muy cerca de mi alojamiento.
Por lo tanto, poco antes de la hora fijada para el inicio, me acerqué a la calle más próxima por la que iba a discurrir. Y la gente del barrio ya estaba allí, en relajada espera de que se iniciase el desfile.
Muy pronto, comenzó a escucharse una lejana música de percusión. Y al poco rato apareció la primera filà, que era de cristianos.
Yo la vi muy pequeñita. Eran tan solo siete y con una indumentaria que me recordaba enormemente a la de los figurantes de las películas de los años cincuenta. Además, se les veía con una pinta de resignados buenazos, que arrancaba una solidaria sonrisa. Ellos también sonreían vagamente. Es muy probable que al imaginarse a todos los moros que venían detrás suyo pensasen en lo bien que estarían en el otro bando.
Una de las definiciones más curiosas que he escuchado de la zona levantina, es que se trata de una tierra de cristianos que prefieren disfrazarse de moros. Y no les falta razón, pues realmente no hay color.
El caso es que tras esta filà cristiana, pasó la filà cristiana infantil y, luego, el grupo de percusión, que imprimía un marcado ritmo al evento. Después llegó la primera filà mora. Y ciertamente, pudiendo ser moro, ¿quién desea resignarse a ser cristiano? La sobriedad anterior se vio reemplazada por un alarde de ornamentación: tan exuberante, tan desmedido, tan apabullante que no admite comparación.
Y después de ésta llegaron más. Varias más. Y a cada una que se sucedía, el despliegue en vestuario y complementos se excedía aún más si cabe. Llegados a este punto, vi con total claridad que los amigos de Games Worshop seguro que se inspiran en estas fiestas para su delirios de Warhamer.
Para abundar en la diferencia con la filà cristiana, a muchas de las moras las sucedía una banda de música, con su correspondiente grupo de percusión. Y desfilaban con otro porte. Se les notaba muy orgullosos de lo que hacían. Satisfechos marcaban el paso adecuado y algunos de ellos incluso disfrutaban de sendos puros.
Llegados a este punto, quiero aclarar algunas peculiaridades. Quien busque rigor histórico en estas fiestas, se ha equivocado de lugar. Ni lo tienen, ni lo quieren tener. El objetivo consiste en crear el atuendo más aparatoso que sea posible imaginar y lucirlo con el merecido orgullo de haberlo logrado. Los anacronismos no importan. Pueden estar fumando o llevar gafas. ¡Qué más da!
Otro detalle fantástico es que participa todo el mundo. Desde niños a gente algo entrada en años. Y todos ellos desfilan y evolucionan al son de las bandas de música acompañantes. Esta es una tradición musical que no he visto en Argentina. La proliferación de bandas de música por esta zona es tal, que no existe pueblecito que no tenga una. Y la sección de vientos de las orquestas españolas, se nutre de músicos levantinos.
Como os decía, siguieron pasando filà tras filà de moros, con una de damas cristianas por en medio, que a lo mejor eran cautivas. Vaya Ud. a saber. Y unos caballistas, de atuendo tirando a neutro, pero más cercano al cristiano.
El cierre del desfile lo constituía una pequeña carroza, arrastrada por un tractor. Y en ella, el que a todas luces debería de ser el jefe de toda la morería, se ufanaba del esplendor de sus huestes, posando complacido para recibir los aplausos del público. Y esos vítores y aplausos brotaban espontáneamente. Bueno, no tan espontáneamente, pues él los sugería cuando se levantaba del sitial, sacaba pecho y alzaba los brazos. ¿Quién le iba a negar ese placer a tan notable personaje? Que a menudo, lanzaba caramelos al público y tenía varios lacayos que repartían Mistela generosamente.
Sumamente complacido por los alardes presenciados -y un pelín saturado, todo hay que decirlo- y con la música aún resonando por mi cabeza, regresé a mi alojamiento y me puse a escribir. Y mientras redactaba el texto precedente –¡¡zas!!– tiraron un castillo de fuegos artificiales. ¡Que comenzó a la una y media! Obviamente desde dentro de casa no se veía. Pero a la carrera encontré un rincón de la galería, que se tornó en improvisada atalaya desde la que pude ver razonablemente bien el espectáculo.
València es una tierra pirotécnica y los fuegos artificiales levantinos gozan de merecido renombre en todo el mundo. Éste no desmereció. Dentro de sus limitaciones, fue muy digno y disfruté con su visión.
Con ese recuerdo aún presente y la visión de las filàs moras frente a mí, me acosté. Pero sé que esas no serán las únicas imágenes que rondarán en mis sueños. Como mañana me espera un festival aéreo en la playa de la Malvarrosa, es más que probable que algún avioncillo se introduzca furtivamente entre mis pensamientos y comience a realizar piruetas. ¡¡Así ya tendré el programa completo!!
Àngel Agüeras
València, 20 de septiembre de 2009
tren Euromed 1152, 23 de septiembre
y Barcelona, 23 de septiembre de 2009