Que eran tal para cual todos decían.
Daba gusto notar como se amaban.
Sus constantes sonrisas parecían
carruseles de luz, que refulgían.
La pareja perfecta, les llamaban.
Mas eso se rompió en un mal momento:
la rutina traidora y el hastío
los atacaron con su desaliento.
Por no adaptarse cuando cambió el viento,
les fue imposible al llegar el frío.
El caso es que aquel sueño se deshizo
y la caída resulto cruenta.
Tal vez por pretender rizar el rizo,
en un instante se quebró el hechizo
de manera dramática y violenta.
Las caricias y halagos anteriores
por reproches amargos se cambiaron.
Donde hubo risas, brotaron rencores.
De aquel espléndido jardín de flores,
solo agudas espinas les quedaron.
Después llegaron hoscos los insultos
y las descalificaciones personales.
Es increíble que esos dos adultos,
pese a creerse sensatos y cultos,
puedan serenos causar tantos males.
El daño por el daño mismamente.
Si el corazón se siente malherido,
no atiende las razones de la mente.
A su propio dolor indiferente,
quiere tornar con creces lo sufrido.
Recurrieron a mil artimañas.
Nada calmaba su danza funesta.
Buscaron pleitos, urdieron patrañas,
se desangraron hasta las entrañas,
para hacerse la vida más molesta.
Seguir por tanto tiempo obsesionados
causó que los motivos olvidasen.
Y los duros ataques perpetrados
los dejó sin aliento y colapsados,
e hizo que hasta las quejas agotasen.
Como nada es eterno en esta vida
poquito a poco cesaron la lucha.
Comienza a vislumbrarse la salida
de aquella situación encallecida,
cuando uno de ellos, parece que escucha.
Ambos perdieron. Ya no hay resistencia.
Ninguno puede seguir el conflicto
y pactan una frágil coexistencia.
Recomponen los restos y en conciencia
saben que nadie ha resultado invicto.
La rutina se instala nuevamente.
No conciben motivos de alegría.
Ambos conocen que un tonto incidente,
con la tragedia que acecha candente,
incendiará la actual guerra fría.
¿Cuánto resistirán el compromiso?
¿Cómo soportarán el duro invierno?
¿Y, cuando aprenderán que es preciso
volver a replantar el paraíso,
en las cenizas tibias del infierno?
Àngel Agüeras
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